(新しい血液—腐った魂, Atarashī Ketsueki — Kusatta Tamashī) | |||
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Saga | Criminales sin Cuartel | ||
Personajes | |||
Kurohana Uchiha Shingetsu Wasp Nenshō Hoshi Ken Namikaze Nagare Uzumaki Senka Kazuma Emi Akari Mizuki Yuna Hikaru Kyōfu Kiromaru Franken Stein Cero Uzumaki | |||
Jutsus | |||
Espejo Blanco Modo Chakra de Elemento Rayo Chidori Elemento Viento: Esfera del Vacío Shinra Tensei Sello Consumidor del Demonio de la Muerte |
Sangre Nueva — Alma Podrida (新しい血液—腐った魂, Atarashī Ketsueki — Kusatta Tamashī) es el capítulo #56 de Akatsuki Afterlife, perteneciente a la saga "Criminales sin Cuartel"
Habiendo decidido partir esa misma noche, el grupo de Kurohana y Shingetsu salió por la puerta principal del complejo, partiendo en dirección hacia los restos de la Aldea Shirizu, tras el ataque sufrido hacía nada en tiempo, que permanecía vivaz en la mente de los shinobis asociados a la misma. – Hey, Kuro, ¿crees que este energúmeno al que debemos encontrar siga en las ruinas de Shirizu? – Soltó repentinamente el marionetista a la negra flor de los Uchiha.
¿Huh? Pues, puede ser, ¿por qué no? Aunque no tengo ni la más mínima idea; dudo que nos cueste demasiado trabajo encontrarle. – Tras decir aquello la kunoichi se acomodó un mechón de cabello, en tanto volvía su mirada hacia el frente. – Bueno, eso es seguro, ¡cuento contigo! – Tras decir aquello, el pelinegro enfocó su sonrisa hacia el frío camino que debían recorrer hasta llegar a su destino.
Ya dentro de los límites de la aldea, se encontraba aún alguna que otra columna aislada de humo, remanente de las explosiones y fuego causadas por Sinon al atacar la aldea. – Vaya… Este lugar en verdad es una sombra de lo que era hace tan sólo unas semanas… – Comentó Kurohana, observando la serie de edificios en mal estado que había a su alrededor. – Bien, si él está aquí, debería estar en las cercanías del edificio de entrenamiento, creo…
El dúo comenzó a caminar hacia la ahora demolida arena de entrenamiento, la entrada abierta por colapso del soporte de la puerta. – No parece que haya nadie… – Dijo Kurohana, sólo para resultar silenciada por Shingetsu. – Vaya, pensé que tardaría semanas en aparecer alguien, ya me estaba aburriendo. – Dijo una voz proveniente desde el centro de las ruinas. – Entonces… ¿Eres tú Nenshō Hoshi? – Habló claramente la Uchiha. – Sí, soy yo, pero no llego a verlos, ¿quiénes son ustedes y qué hacen en este lugar? – Cuestionó el shinobi; haciendo una seña para su compañero indicándole que permanezca oculto, Kurohana salió hacia el centro de la arena.
Mi nombre es Kurohana Uchiha, como supongo podrás apreciar en mi capa, soy parte de Akatsuki Afterlife; se me ha encomendado buscarte y llevarte hacia la mansión. – El aludido dio un paso al frente, colocándose a la altura de Kurohana. – Bien, ya veo, excelente, pero hay algo que me está desconcertando; ¿dónde está tu compañero? No seré un miembro, pero tengo el suficiente tiempo aquí para saber por demasía que se mueven de a pares.
¿Mi compañero? Bueno, tienes razón. Ven. – Diciendo eso, la kunoichi hizo una seña, llamando a Shingetsu, quien se acercó ocultando lo más posible su figura. – Oh, vaya… Mira lo que tenemos por aquí. – Dijo por lo bajo Nenshō, lanzándose automáticamente contra el recién llegado. – ¡De todas las personas dentro de la organización que podrían haber mandado, ¿terminas viniendo tú?! – Le gritó, lanzándole un fuerte puñetazo, que el marionetista frenó tomándolo por la muñeca. – ¿Oh? Vaya, has recuperado el brazo perdido, ¿y cómo se siente ahora? – Gruñendo, Nenshō se liberó del agarre, y utilizando el cuerpo de Shingetsu como punto de apoyo, le dio una fuerte patada que lo envió contra un montículo rocoso.
Debería romperte ambos brazos, pero por otra parte debería agradecerte, este nuevo brazo me ha resultado muy útil, ¿sabes? – Levantándose de entre los escombros, Shingetsu movió a un costado su capa, dejando completamente al descubierto su brazo. – Como verás, no eres el único que utiliza artilugios de esos. Mis brazos son, en esencia, iguales al tuyo. – Comprobando la veracidad de sus palabras, Nenshō desistió en iniciar un combate serio. – Bah, ya ni siquiera vale la pena, entonces alguien te arrancó los brazos antes que yo, ¿eh?
Eso parece, ha pasado bastante tiempo desde que te vi, bastardo. – Kurohana entonces se colocó entre medio de ambos shinobis, y dirigió una mirada fulminante a ambos. – Ya basta, no nos han encomendado que peleen entre ustedes, las órdenes directas de Franken han sido volver inmediatamente con el objetivo a la mansión. – Aunque en un principio mostraron señales de comenzar una pelea seria, los aludidos asintieron, y silenciosamente siguieron a Kurohana, pasando a través del agujero por el que habían entrado.
Mientras tanto, al mismo tiempo que se emprendía la búsqueda de Nenshō, el equipo de Ken y Nagare había partido en búsqueda de Senka Kazuma, la Pantera Amarilla, un hombre de carácter difícil y trato inclusive peor. Sabiendo que había estado presente en el ataque sucedido en la aldea Shirizu, tenían conocimiento de la partida del shinobi de la misma, lo que descartaba toda posibilidad de que el mismo se encontrase en la aldea. Por una suerte de pensamiento común tras leer el perfil del shinobi, el grupo decidió revisar los bosques con mayor cantidad de fauna, partiendo en primera instancia hacia el País del Fuego.
¿Estás seguro de que encontraremos a este tipo por aquí, Nagare? Nos han encomendado la tarea más molesta… Típico de Franken, te pone un papel en la mano, te muestra esa sonrisa sombría y te dice que espera ver resultados lo más pronto posible. – Se quejaba Ken del trabajo que habían recibido, Nagare sólo se limitó a encogerse de hombros y lanzar un suspiro. – Bueno, es obvio por qué quiere ver nuestra capacidad para lidiar con algo como esto, si te fijas bien estamos buscando a alguien que puede ser bastante conflictivo: si lo resolvemos de la mejor manera posible nos verá de mejor manera aún, considerando lo nuevos que somos dentro de la organización.
De esa forma prosiguieron revisando diferentes bosques alrededor del país del fuego, hasta que finalmente estaban por ir a probar suerte en otras zonas boscosas; sin embargo, unas shurikens bañadas en chakra del elemento rayo chocaron contra una barrera, preparada preventivamente por Nagare. – Vaya, el pez picó el anzuelo. – Rió Nagare, a la distancia, se podía apreciar a un hombre de cabello rubio: sin lugar a dudas era el objetivo. – Mierda. – Dijo Senka, saltando a velocidad por el bosque, escapando de la vista de los Afterlife.
¡Ya lo viste, yo lo perseguiré directamente, tú embóscalo! – Dijo Ken a Nagare, comenzando a perseguirlo a gran velocidad por el bosque. El Namikaze se había imbuído con el Kyūbi Chakura Mōdo, aumentando aún más de esa manera su velocidad, pudiendo seguir el paso a la Pantera Amarilla. – ¡Ahí! – Cubierto en un manto de electricidad pura, Senka, haciendo uso del Raiton Chakura Mōdo, se lanzó desde el costado hacia Ken, utilizando un Chidori en cada mano. – ¡Pero qué! – Utilizando sus Brazos de Chakra de Bestia con Cola, bloqueó el golpe y logró encajar un contraataque, lanzando hacia atrás a Senka. – Vaya, no eres malo, Fūjin, ¿pero puedes contra Raijin?
Con una velocidad asombrosa, Senka retrocedió lanzando el Fūton: Shinkūgyoku, para luego lanzarse hacia adelante buscando sorprender al Namikaze con un golpe. Sin embargo, se vio detenido en seco en el aire, para luego salir disparado con suma fuerza hacia el piso, rompiendo algunas ramas en el camino. – Ha estado bien para una refriega corta, pero esto se terminó, Senka. ¿Nos vas a acompañar hasta la mansión de Akatsuki Afterlife por las buenas o deberemos dejarte inconsciente? – Levantando la mirada, desde el duro suelo al que había caído, el shinobi de cabello rubio pudo ver a ambos miembros de Afterlife fijamente; quien le hablaba, se encontraba apuntándole con una espada.
En la Aldea Escondida entre la Lluvia, manejada desde las sombras por personas del clan Kyōfu, se hallaban Emi junto con Mizuki; el motivo no podía ser otro que la búsqueda de Hikaru Kyōfu, hermano de Emi y cercano de Mizuki. – Bah, parece como si Franken quisiera provocarnos a propósito. – Decía Emi, en tanto estiraba sus brazos al ingresar a la aldea. – ¿Por qué lo dices, Akari? – Preguntó Mizuki, acomodándose la capucha, completamente húmeda por la lluvia.
Mandarnos a nosotros a buscarlo a él… Justamente a él… Preferiría haber tenido que lidiar con un oso enfurecido con una mano atada a la espalda que con esto. – Tras decir esto, y dar un suspiro, ambas kunoichis siguieron su camino, hasta llegar a una casa solariega en un punto preferencial de la aldea. – Espera aquí si prefieres, Mizu-chan, tienen tendencia a dar bienvenidas algo «fuertes» a donde vamos a entrar. – Ladeando la cabeza, Mizuki respondió que de ninguna manera, ella debía entrar al lugar de la misma forma que Emi. – Jeh, si eso crees, está bien, pero ponte en guardia.
Apenas atravesada la puerta, un hombre con vestimentas de servicio se lanzó contra Emi, quien sin sorprenderse en lo más mínimo le aplicó un codazo tal que el sirviente terminó impactando contra la pared de madera, rompiendo algunas tablas. – A este tipo de cosas me refiero, ten cuidado. – Siguieron así avanzando, teniendo encontronazos por el estilo regularmente, destacando entre ellos uno particular en el cual Mizuki, aplicando una patada ascendente en el mentón del contrincante, lo clavó de cabeza en el techo.
Finalmente, tras varias peleas, oyeron una puerta de bambú abriéndose: de allí, recién despierto, salió un shinobi, que vio a las mujeres en el pasillo como si fuese lo más natural del mundo que estuvieran allí; una vez salido el hombre, salió por la misma puerta un gran perro, acostumbrado al combate junto a su dueño. – Hey, parece ser que tengo visitas, y yo que me acabo de despertar, ¿qué tal están? – Dijo el hombre, de no más de veinticinco años, bostezando. Ignorando sus palabras, Emi se acercó con pasos lentos, mientras que Mizuki llamó al perro, de nombre «Kiromaru», quien se le acercó moviendo la cola. – Asique sí son ustedes, Kiromaru no estaría tan confiado si no fuera así, ¿eh? Pensé qu- – Encajándole un puñetazo en una mejilla, Emi incrustó la cabeza del muchacho en la pared aledaña.
¡¡Estas son maneras de saludar a tu hermana después de tanto tiempo!! – Le gritó directamente a la oreja Emi. – Además, ¿¡ni siquiera se te ocurrió vestirte un poco más!? ¿¡O acaso estabas buscando que Mizuki te viera así!? – De esa manera los hermanos comenzaron a intercambiar golpes entre sí, ingresando a la habitación de Hikaru. Pasados unos minutos, volvieron a salir, con el Kyōfu completamente ataviado con su equipo. Mizuki aún seguía jugando con el can, quien le correspondía sus juegos. – De verdad… ¿Desde cuándo andas tan ligero por toda la casa? – Le preguntó Emi a su hermano, tocando un hombro de Mizuki al mismo tiempo.
La kunoichi, asintiendo, se levantó y los siguió por la casa, hasta que llegaron a la puerta. – Ya, solamente quise hacer esta reunión un poco más distendida, ya sabes. Supuse que vendría alguno de ustedes tarde o temprano. – Dijo Hikaru, rascándose una oreja. – ¿Entonces tú estuviste presente en el ataque a la aldea Shirizu, Hikaru? – Preguntó Mizuki. – Sí, pero no te contaré nada si no me das un beso. – Comentó, sólo para recibir un golpe en la nuca por parte de su hermana. – ¡Ya estuvo bien, sólo estoy bromeando, por un carajo! – Se quejó el Kyōfu, entre ladridos de parte de su perro.
Sí, estuve presente en Shirizu cuando sufrió el ataque de Sinon, de hecho, yo combatí contra ella, junto con otros sucesores. – Comenzó. – Su capacidad en combate era increíble, de esa manera hizo volar en pedazos prácticamente toda la aldea. Sin embargo, la manteníamos a raya combatiéndola entre todos los shinobis que nos encontrábamos ahí en el momento. Por eso creo que, cuando apareció uno de ustedes, nubes rojas, decidió retirarse. – Terminó de contar Hikaru. – Ya veo, estuviste presente en ese combate y aun así lograste salir sin heridas graves, es increíble, Hikaru-kun. – Dijo Mizuki.
Entre tanto, en Konohagakure y realizando una infiltración de alto riesgo, se encontraba Franken Stein. Completamente consciente de que, de ser encontrado, sería atacado a muerte por cualquier shinobi, se escabuyó como reptando a gran velocidad hacia una casa, en una zona con una gran arboleda, cercana ya a los inicios del bosque. Una vez allí, golpeó la puerta; varios minutos más tarde, un viejo conocido de este salió por la misma: era Cero Uzumaki, antiguo miembro de Akatsuki Afterlife.
Ha pasado tiempo, Cero. – Dijo el líder por emergencia de Akatsuki Afterlife. – Vaya, pero si eres tú, Franken… ¿Qué haces aquí? Oí que la organización fue declarada nuevamente un peligro criminal de alto nivel, ¿qué pasó para que decidieran hacer eso? – Franken tomó una cigarrera de un bolsillo interno de su capa, abriéndola, se colocó un cigarro en los labios. – ¿Te molesta, Cero? Actualmente estoy fumando incluso más de lo que solía hacerlo, culpa de los nervios. – El proclamado «shinobi de la paz» sacó un fósforo del bolsillo y se lo dio a Franken, quien encendió su cigarro rápidamente. – Gracias por el cerillo, Cero.
Ahora bien, Cero, quiero que permanezcas calmo mientras digo esto, ¿puede ser? Akatsuki Afterlife ha sido acusada del asesinato del Raikage y del Kazekage. ¿Pero sabes qué es lo más divertido de todo esto? Es estúpido, para empezar, ellos son conocidos de nuestra organización; y por otra parte esos asesinatos se dieron cuando nosotros estábamos enfrentándonos a la amenaza de Ren y Sasaki, quienes destrozaron buena parte de la mansión; uno de ellos fue quien asesinó a tu alumno Itami, Cero. Dime seriamente, ¿tú crees que nosotros podríamos ser los culpables de la muerte de Miro y de Hayama? Es estúpido… ¿¡Hemos hasta salvado el trasero de las Grandes Naciones en más de una ocasión y ahora buscan deshacerse de nosotros de esta manera!?
El Uzumaki sólo se quedó en silencio, precisamente ahí se enteró de la muerte de su excompañero Hayama, y de Miro, otro allegado a sí. – Cero… ¿Cero? – Cero dirigió su mirada hacia el cielo, y luego la bajó hacia el horizonte. – Te pediré que por favor te retires, Franken. – El miembro de Afterlife tosió el humo de su cigarrillo. – Espera, ¿qué? ¡Vine aquí para que hablases al menos con Naomi! Ella puede haberse desentendido de nosotros, ¡pero debería escucharte si tú le dices que nosotros no fuimos los culpables!
De verdad, Franken. No te prometo que yo vaya a hacer nada, pero intentaré pensar en eso… Después. Ahora vete, o me veré obligado a atacarte como un shinobi criminal infiltrado en Konohagakure. – Franken se acomodó nuevamente la capa, y viendo que Cero comenzaba a formar un Rasengan en la mano, se retiró. – Bah, estúpido Cero, ¿qué le pasa? ¿Atacarme? ¿Se volvió loco?
Franken había logrado infiltrarse y escapar sin ser notado por el riguroso sistema shinobi de Konohagakure, o al menos, eso era lo que creía, cuando sintió un golpe de calor en el centro de su cuerpo. – ¿P-pero qué? – Con dificultad, Franken volteó su cuello, pudiendo apreciar a un shinobi, un completo desconocido para él, el cual había invocado a la parca, y buscaba sellar el alma de Franken en la misma con su jutsu suicida: el Shiki Fūin.
Es una locura… ¡¿Por qué demonios alguien buscaría utilizar esa técnica contra mí, de forma desleal y por encima de todo suicida para su usuario?! Para de una vez, tu capacidad como shinobi no será capaz de matarme, ¡no seas estúpido! – Sin embargo, el shinobi aludido no respondió, se encontraba completamente ausente mientras realizaba la técnica.
¿No te parece algo innovador? – Dijo una femenina voz a sus espaldas. – Él no tiene ni la más mínima idea de lo que está haciendo, no sabe ni siquiera que va a morir por ello. Es un mal necesario, sin embargo. – La voz se acercó, y sorpresivamente le dio un mordisco en el cuello, apoyando el peso de su cuerpo contra el rígido Stein. – Vaya, sí que eres como una, «serpiente de sangre negra». – A pocos momentos de aquello, el chakra del shinobi ausente se agotó, debiendo finalizar el sellado. – Oh, pensé que su vitalidad resistiría algo más, así sólo debe haber alcanzado a sellar medio brazo con suerte… Que desperdicio… Bueno, da igual, no importa de todos modos. Esto fue una advertencia, Franken Stein; que tu muerto antebrazo te lo recuerde constantemente: tú y tu grupo de delirantes están en la lista negra. – Dicho aquello, Franken pudo sentir el peso del cuerpo desvaneciéndose, al mismo tiempo que el ya muerto shinobi caía al piso.