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Saga | Criminales sin Cuartel | ||
Personajes | |||
Sasaki Kawabashi Haruka Akai Kurohana Uchiha Shingetsu Wasp Hikaru Kyōfu Kiromaru Yorumaru Kurayami Ken Namikaze Yashamaru Atsuryoku Nagare Uzumaki Franken Stein | |||
Objetos | |||
Pergamino del Dios de la Muerte Keiei |
Ninguna Palabra (, ) es el capítulo #60 de Akatsuki Afterlife, perteneciente a la saga "Criminales sin Cuartel"
Dándose la vuelta, Sasaki comenzó a caminar hacia Haruka, hasta que sintió algo punzante clavarse contra su pierna. En un manotazo de ahogado, Akai había lanzado un kunai hacia él. Volteándose iracundo, Sasaki sacó de entre sus ropas un pergamino llamativo. – Te arrepentirás en el infierno de tu decisión.
Levantándolo por el cuello, Sasaki lanzó a Akai contra Haruka, de manera tal que esta destrozó violentamente sus ataduras y cayó contra el duro suelo de piedra junto con su pareja. – No entienden… ¡No entienden! No había necesidad, pero no me dejaste alternativa, perro rastrero. Pude dejarlos vivir. – Dijo, aproximándose cada vez más hacia ambos. – Pero… ¡Pero no! Obviamente los dejaría incapacitados, pero iban a vivir.
Entre tanto, el grupo de Kurohana, Shingetsu y Hikaru luchaba por escavar lo más rápido posible la roca que los separaba, tan dura como la misma roca madre de la Tierra. – ¡¡Vamos!! Cada segundo que tardamos… Cada segundo que perdemos, ellos dos están más cerca de la muerte. – Dijo Shingetsu.
Sasaki acomodó a los derrotados shinobi, que se encontraban a su merced. De esta forma parecía que descansaban sobre un lecho rocoso, inclusive había hecho que se sostuvieran en un doloroso abrazo, teniéndose por las heridas que los mismos poseían. Haruka miraba con un odio insuperable a su perpetrador; Akai, sin embargo, ya se encontraba abatido. – Bueno… No me miren así, esta muerte posiblemente es la más suave que haya visto en mi vida, y he visto demasiadas muertes ya.
Quien muere por el Pergamino del Dios de la Muerte no siente dolor, ni siquiera anhelos o pena por lo que no pudo realizar, sólo ve el transcurso de su vida a medida que la muerte los acoge en su distante lecho… Es un final tranquilo, pacífico, antinatural para quienes se dedican exclusivamente a matar como nosotros.
¿Tienen algún último deseo, unas últimas palabras? Por fuera del calor de la pelea, soy condescendiente con mis prisioneros, si quieren un último desahogo o algo, díganmelo. – Tras decir aquello, se sentó frente a los dos condenados. – Mué… Rete… Sasa… Ki… – Dijo Akai. – Desgraciadamente, falta tiempo para mi muerte. ¿Y tú, monstruo inocente, deseas algo? – Susurró, dirigiendo sus ojos directamente a la joven de brillantes ojos dorados. Inmediatamente, unos chorros de sangre a presión salieron disparados como balas de las heridas de la kunoichi, siendo bloqueados casi en su totalidad por Sasaki con Keiei, a pesar de recibir algunos impactos directamente.
Ah… Eso fue deprimente. No me hubiera molestado oír sus últimas palabras o darles un último deseo, pero si así lo quisieron así será. Lo lamento profundamente por mí, no por ustedes: ni siquiera esforzándome se me permitirá tener piedad. – Tras decir aquello, se levantó, y limpiándose el polvo extendió el pergamino, para luego hundir su cuchillo, imbuído en la más oscura de las sombras, contra sus presas.
Tras decir aquello, Sasaki realizó un tajo en una roca, abriendo un portal completamente oscuro; introduciéndose en este, desapareció.
Tras cuarenta minutos desde que se había aislado la sección de la caverna en la cual se encontraba Akai de aquella en la que esperaba el resto de su equipo, los shinobis lograron romper la dura pared rocosa, entrando finalmente a la otra estancia. – Ese malnacido reforzó con chakra la pared, si hubiera sido normal no hubiéramos tardado tanto, ¡ahora que co-… – Dijo Shingetsu a la habitación a la que entraba, cortándose perplejo al ver bien el ambiente. Tras él pasaron Kurohana y Hikaru junto con Kiromaru.
Dios… – Fue lo único que atinó a decir Kurohana. Ahora los tres contemplaban el ambiente: los pilares rotos, los escombros alrededor de los cadáveres de sus compañeros, Haruka aún con las cadenas que la retenían colocadas alrededor de sus muñecas, Akai con áreas de su piel moradas por causa de sangrado interno. – Iré a verificar el estado de los cuerpos, precisaré sus muertes de forma precisa, por favor, denme cobertura por las dudas, no sabemos dónde fue el asesino. – Dijo en voz tanto baja como calma Hikaru.
Claro… Nosotros te cubrimos. – Dijeron sus compañeros, colocándose inmediatamente en guardia. Sin embargo, nadie en el equipo había notado aún que había dos débiles luces, danzando arremolinándose vagamente cerca del techo rocoso. Hikaru se arrodilló junto a los cadáveres y comenzó a revisarlos; Kiromaru olfateaba atentamente el ambiente, buscando algún indicio.
No han muerto por sus heridas. – Fue la conclusión a la que arribó Hikaru después de unos minutos que parecieron extenderse como una hora para los shinobis. – Que raro… ¿Qué pudo matarlos si no sus heridas? – Preguntó Kurohana. – No lo sabemos, y con este shinobi en particular debemos guardar especial cautela. – Respondió Shingetsu.
Habiendo detectado aquellas lucecillas, Kiromaru comenzó a ladrar furiosamente, dirigiendo prácticamente de inmediato la atención de los shinobis hacia él. – ¿Qué le sucede? – Preguntó Shingetsu a Hikaru. – Quiere mostrarnos algo… ¡Eso! – Dijo, señalando las débiles luces que seguían titilando en dicha estancia.
Que… ¿Qué es eso? Incluso con el Sharingan… No puedo entenderlo… - Dijo la Uchiha. – Esas luces… Siento como si las hubiera ya visto hace mucho tiempo… No me lo explico. – Las luces bajaron, y comenzaron a danzar suavemente, hasta terminar posándose sobre los cuerpos. Por más que los mismos hubieran estado enfrascados en batalla hacía sólo unos momentos, sus rostros reflejaban, ahora con las luces, paz.
Al atardecer del siguiente día, los sobrevivientes ingresaban nuevamente a los terrenos de la mansión. Una de las marionetas de Shingetsu cargaba a los fallecidos, a quienes aún en la muerte no se habían atrevido a separar. Sin ninguna clase de gran aviso, enviaron a Hikaru a hablar con Yorumaru, y en pocas palabras dio el parte de situación. A las dos horas, todos en los terrenos de la mansión se encontraban en el cementerio, dando el último adiós a quienes habían sido sus compañeros.
Caída la noche, los miembros se reunieron a tratar la situación. La reunión escaló rápidamente, hasta casi escalar a una pelea, que Yorumaru intentó aplacar lo mejor que pudo.
¡El asesino de ambos fue Sasaki! ¿¡Por qué no acabaste con él cuando pudiste!? – Gritó Ken a Yashamaru. – ¡Destrocé uno de sus brazos y resulté herido por eso mismo! Además, ¿¡cómo iba yo a saber que se recuperaría tan rápido!? Con sus heridas no debería poder usar más su brazo. – Replicó el Cuervo. – Claro, ¿y además me dices que él les robó el arma secreta de la organización justo después de matar a Ren? ¿Por qué mejor no nos entregan a todos para morir? ¡¡Como líderes últimamente sólo demuestran ser incompetentes!! – Dijo de manera desafiante Nagare.
Yashamaru se levantó, buscando golpear a su compañero, quien realizó exactamente lo mismo, para resultar ambos detenidos por Franken y una hoja filosa junto al cuello de cada uno. – Vamos, todos saben aquí que Ren fue un rival formidable; por experiencia propia aseguro que podría haberme matado, incluso me rompió ambas piernas. Sasaki no se queda atrás, él fue quien asesinó a Itami y además manipuló a Emi.
Con sólo una declaración, y mostrar el punto de ruptura sobre sus piernas, Franken consiguió calmar al menos por un momento la diatriba. – Estamos todos en una situación crítica. Tenemos a las Cinco Grandes Naciones Shinobi sobre nuestras cabezas, y Sasaki no parece estar con ganas de permanecer oculto sin ser un incordio. – Continuó diciendo Franken.
Sí sí… Todo lo que quieras, Stein, pero si Yashamaru hubiera matado a Sasaki o no hubieran perdido el Pergamino, tanto Akai como Haruka estarían vivos ahora mismo. Ninguna palabra puede cambiar ese hecho… Todos aquí lo sabemos. – Dijo sin tono de vida alguno en su voz Shingetsu. Levantándose de la mesa, el Cuervo se retiró inmediatamente, lo que daría por terminada esa reunión. – ¿Crees que deba ir a verlo, Yorumaru?