(犬の群れ, Inu no mure) | |||
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Saga | Pago en Sangre | ||
Personajes | |||
Yorumaru Kurayami Ren Satori Yashamaru Atsuryoku Sasaki Kawabashi Shiro Kurosuke Shingetsu Wasp Kurohana Uchiha Mizuki Yuna Franken Stein Kōhei Suenami Akai | |||
Jutsus | |||
Mangekyō Sharingan Eterno Amaterasu Tsukuyomi Susanoo Tsunami Aureoférrico Funeral Imperial de Capas Metálicas Arte Sabio: Gran Lanza Oscura Kagami Ataúd Aureoférrico Elemento Alma: Lanza Relámpago | |||
Objetos | |||
Muramasa Pesadilla del Dios de la Muerte |
Jauría de Perros (犬の群れ, Inu no mure) es el capítulo #54 de Akatsuki Afterlife, perteneciente a la saga "Pago en Sangre"
Los minutos se habían hecho horas para un cansado Yorumaru, quien ya totalmente libre del notable corte en su pecho se había levantado del suelo en el cual se había decidido a descansar, en aras de recuperar el chakra que había perdido al utilizar su lanza relámpago. Poniéndose de pie, sin más, mientras se percataba de cómo su brazo perdido poco a poco había ido regenerándose, hasta el punto de faltar sólo una fracción de su mano por reaparecer, se dio cuenta de un importante hecho que, frente a él, se hacía realidad; Ren había comenzado a despertarse.
Maldito… – El Kurayami se acercó vagamente hasta su aún inconsciente contrincante, para observar el estado en el que se encontraba. Sin más, y para su pesar, la enorme herida en su abdomen, producto del certero impacto de su ataque, se había cerrado por completo, dejando sólo una claramente visible estela negra en la piel de Ren, justo entre ambos extremos de su abdomen, rodeando en un as de piel putrefacta la marca de sellado de Satori.
Sin pensarlo dos veces, Yorumaru tomó a Muramasa y, decidido, totalmente seguro de que si no se adelantaba a la situación el peligro sería mayor, levantó su hoja verticalmente en dirección hacia Ren, con el objetivo de ensartarla directamente en su corazón.
Una voz conocida hizo presencia a oídos del Akatsuki Afterlife, quien tras un breve parpadeo sopesó las consecuencias de haberse confiado tanto del presente en el que se encontraba; su enemigo, quien hacía unos pocos segundos se encontraba frente a él, tirado en el suelo, ya no estaba allí. – Tu velocidad ahora mismo es de admirar, pero ¿qué sentido tiene huir cuando tu objetivo se encuentra debilitado, a unos pocos pasos de donde te encontrabas? – Se dirigió Yorumaru a su contrincante, sin recibir una respuesta directa; en vez de ésta, recibió un pequeño aviso del lugar en el que éste se encontraba. El leve sonido producido por varias ramas al romperse le dieron al Kurayami una clara oportunidad para percatarse de que su objetivo se encontraba entre los árboles, justo sobre él.
Rápidamente, el shinobi desató un único corte en dirección hacia los árboles que sobre él se encontraban; los únicos en todo el terreno que parecían no haber sido afectados por la batalla, esto con la intención de obligarlo a bajar cortando todas las ramas que éstos poseían, las cuales cayeron al unísono al suelo, pero sólo acompañados por hojas y frutos marchitos. ¡Demasiado predecible! – Gritó Ren, dando una señal más a Yorumaru de dónde se encontraba. – Incompetente… – Murmuró el Kurayami, mientras rápidamente se volteaba, empuñando su espada; sin nada que pudiera detener su ataque.
Nada más voltearse se dio cuenta de que lo que venía hacia él no era ya un humano, sino una enorme masa negra con dos monstruosas alas y cuatro enormes colmillos sobresaliendo de una prominente boca. Sin más, el ninja rápidamente y por instinto retrocedió lo más rápido que pudo, esquivando el ataque de lo que era aquél ser, quien se había ensañado con el suelo debajo de él, golpeándolo con sus enormes garras.
De un instante a otro, la criatura había aparecido justo al lado de Yorumaru, asestándole un fuerte puñetazo, que había logrado hacerlo volar unos cuantos metros del lugar en el que se encontraba de pie. Ágilmente, éste se recuperó de aquél ataque, poniéndose en pie, mientras activaba su Mangekyō Sharingan Eterno, arriesgándose a derrochar su chakra recién recuperado. – Con ése tamaño ¿cómo es posible que logre moverse a tal velocidad? – Pensó Yorumaru, mientras se daba cuenta que, ahora frente a él, se encontraba el enorme cuerpo que sólo hacía segundos atrás se encontraba a varios metros de él.
Adelantándose a los pasos de su gigantesco contrincante, Yorumaru se dirigió directamente, espada en mano, hacia Ren, saltando por encima de éste con un monumental salto, con el cual, por unos instantes, le dio la ventaja de estar a sus espaldas. Aprovechándose de esto, el shinobi cortó de un solo tajo el ala izquierda de Satori, provocando que la criatura se volteara con brusquedad. Sin más, la descomunal bestia, sin atisbo alguno, sacudió ágilmente su garra, a una velocidad indescriptible, batiendo con ésta el pequeño cuerpo de su presa, de cuyos ojos habían empezado a brotar negras gotas de sangre. – ¡¡Amaterasu!! – Gritó el Kurayami, a la par que caía al suelo y se recomponía, todo en un simple instante, observando como Satori se cubría de sus flamas.
Valiéndose de la extraña confusión de la criatura, el Afterlife, sin dudas sobre sí, se abalanzó sobre la misma, espada en mano, y haciendo uso de las artes que años atrás había aprendido en el Letz Batalion, asestó un sinfín de cortes a lo largo de su cuerpo, logrando destrozar uno de sus colmillos y causar notables rasguños en su oscura piel, mientras, de reojo, notaba como el ala que antes le había destrozado volvía a crecer instantáneamente, en una masa de carne negra y burbujeante.
Ren, aprovechándose de la totalidad de sus facultades regenerativas, había recuperado las partes afectadas por los ataques de Yorumaru, sólo manteniendo un horrible hedor a carne quemada. – ¡No puedes! ¿Todavía no lo entiendes? Todos estos años… Todo este tiempo… Solamente he estado pensando en cómo deberían morir… ¿Saben acaso cuántas personas han sufrido por vuestra culpa? Yo estaré condenado al más doloroso de los infiernos… ¡¡Pero me aseguraré de que ustedes estén allí conmigo, Akatsuki Afterlife!!
Dirigiendo una mirada aplastante a su objetivo, Yorumaru lanzó el Tsukuyomi contra Ren, sólo logrando echar un vistazo a fragmentos dispersos de su pasado; sin embargo, sólo eso fue suficiente para que el Kurayami comprendiera qué sucedía con este duro contrincante. No tomó demasiado tiempo hasta que Ren logró romper el Tsukuyomi de Yorumaru. – Entiendo… ¿Así son las cosas? Nosotros no somos unos santos, más bien es sabida la reputación que hemos tenido históricamente… Pero eso no te hace mejor a ti, tus acciones desde que te concentraste en destruirnos te han hecho lo mismo que nosotros… Y no puedes juzgar a la sangre de un hijo por su padre.
Liberando su Susanoo, Yorumaru comenzó un combate a gran escala contra Satori en el bosque, destrozando los alrededores y alertando a todos en el perímetro del lugar de su batalla en el proceso, destacándose el tamaño de su Susanoo sobre los árboles. Habían estado ya casi diez minutos intentando destrozar a su contrincante cuando de repente una enorme ola metálica arrasó la ubicación del bosque, arrastrando tanto a Yorumaru como a Satori.
Yashamaru Atsuryoku acababa de llegar al lugar, y se encontraba tomando el pergamino que había traído de su viaje. Realizando una rápida serie de sellos de manos, soltó a su líder, en tanto que una enorme pirámide de metal comenzaba a formarse sobre Ren, utilizándolo a este como su hipocentro. – Podrías haber sido algo más discreto si ibas a intervenir el combate… – Le soltó Yorumaru apenas llegó junto al Atsuryoku.
¡Eso ahora no importa! Yorumaru, necesito tu absoluta cooperación para que podamos deshacernos definitivamente de este engendro. – Los ojos del líder de Akatsuki Afterlife se abrieron de sorpresa cuando Yashamaru le entregó el pergamino que tenía en su espalda. – Esta es el arma definitiva que he podido crear gracias a alguien a quien reconocerás nada más veas su efecto. Por sus capacidades, me he ocupado de que la misma tenga múltiples sellos de complejidad elevada. Si esta arma pudiera llegar a caer en malas manos, la estabilidad que hay en el mundo desaparecería, y con ella seguramente desapareceríamos nosotros.
Ya me contarás luego los detalles… ¿Cuál es la forma de deshacer el sellado para que la misma pueda usarse? – Preguntó Yorumaru en tanto que extraía el pergamino. La pirámide comenzaba a temblar bruscamente, bajo los intentos de Ren para liberarse. – ¡Espera, no lo abras! – Lo detuvo abruptamente Yashamaru, tomándole fuerte del brazo para evitar que pudiera abrir el pergamino. – Debe ser abierto en el momento preciso. Iré a preparar el escenario para que no haya posibilidad alguna de fallos. Cuando te de la señal, pega el pergamino contra el cuerpo de Ren y ataca con lo mejor que puedas dar sobre el pergamino.
Moviéndose velozmente, Yashamaru se posicionó de manera tal que Ren, al liberarse, no pudiera encontrarlo, liberando la presión del metal sobre su víctima. Sin embargo, no pasó más de un segundo cuando una gran lanza oscura atravesó de lado a lado a Ren, desde la espalda hasta el pecho. Tras ese golpe, una gran cantidad de cadenas tomaron forma de los restos de la pirámide, arremolinándose y atrapando muy duramente a Ren; las mismas se veían mantenidas directamente por Yashamaru, quien se encontraba manipulando directamente las mismas con su magnetismo.
Con la velocidad del rayo, Yorumaru encajó el pergamino extendido contra el pecho de Satori/Ren con sólo una mano, mientras en la otra mano portaba su carta de triunfo, el Elemento Alma: Lanza Relámpago, con el cual ahora se encontraba decidido a forzar a su contrincante a ser eliminado de una vez, y para siempre según las palabras del Cuervo.
Al asestar la estocada sobre el pergamino, pudo ver cómo la misma lanza se hundía en el mismo, y cómo Ren comenzaba a gritar agónicamente en un estado de completa desesperación. Estando cara a cara con Ren, Yorumaru pudo ver cómo una tenue luz era despedida desde los ojos y la boca de Ren, quien ya había dejado de gritar. Una pequeña esfera, que emitía una débil luz violácea, iluminó el rostro de Yorumaru, quien vio la misma salir de la boca de Ren, para luego apreciar cómo la lucecilla comenzaba a resquebrajarse, deshaciéndose finalmente en tenues hebras de luz, que se evaporaron en el ambiente. Al volver a prestar atención a Ren pudo apreciar que el mismo no era ahora más que un cadáver, cuyo cuerpo ahora comenzaba a retomar las señales del verdadero paso del tiempo consigo.
Yashamaru… ¿Qué diablos fue eso? Fue definitivamente algo aterrador… – Preguntó consternado el Kurayami al Cuervo. – Lo que acabas de ver es posiblemente el aspecto más poderoso de la naturaleza del segundo líder de Akatsuki Afterlife; este pergamino invierte el factor del daño corporal con el espiritual: básicamente, por más que tu cuerpo sea inmortal, Yorumaru, este pergamino podría ser capaz de enviarte al sueño eterno, esto es lo que he obtenido utilizando los restos del alma del viejo Alastor Zerkuro.
Y esta cosa… ¿Tiene un nombre ya? – Preguntó Yorumaru mientras recogía el pergamino, en tanto al deshacerse las cadenas caía el cuerpo ya sin vida de Ren. – No, ¿se te ocurre algo para la carta de triunfo suprema? – Repreguntó Yashamaru mientras extendía su mano para sostener al agotado Kurayami.
Déjame, puedo sólo… Y creo que esto no es menos que una dichosa «Pesadilla del Dios de la Muerte». – Sorpresivamente, una bomba de humo aterrizó frente a ambos shinobis, momento que alguien aprovechó para intentar tomar el pergamino que se encontraba en manos de Yorumaru. Dispersado ya el humo, ambos miembros de Akatsuki Afterlife vieron a Sasaki, quien malherido llevaba ahora en la espalda el pergamino. – Tú… ¡Piensas que en tu estado actual puedes oponernos resistencia a nosotros dos!
Sasaki tomó un kunai y lo utilizó para acariciar su propio rostro, del lado en el que un grupo de vendas cubría el mismo. – ¿Acaso se dan cuenta ustedes de su propio estado? Yorumaru Kurayami todavía está regenerándose de las heridas que sufrió ante Ren, y tú, Yashamaru Atsuryoku, te has quedado sin la energía natural de tu Modo Sabio. No les quedan fuerzas, ¿por qué creen que ustedes podrían superarme a mí?
Ya lo verás… ¡Estúpido! – En un ataque de ira, Yashamaru generó una gran cantidad de esferas del Elemento Oscuridad, las cuales lanzó en sucesión contra Sasaki. Sin embargo, cuando las mismas estaban por tocar al shinobi de negro, desaparecieron. Acto seguido Yashamaru sufrió la explosión de su propio ataque contra su cuerpo, lo que lo dejó completamente inerte, en el piso.
¿Lo ves? Ustedes no son los únicos que pueden preciarse de tener un «arma capaz de superar el mundo». Han actuado perfectamente en esta ocasión; Cuervo, aférrate a la vida para poder combatir nuevamente contra mí; entre tanto, Yorumaru, regocíjate, acabas de destruir una gran amenaza para el mundo shinobi, ¿de dónde surge este altruismo tuyo tan repentino, muerto egoísta? ¿De verdad crees que puede existir un mundo en paz como predica constantemente aquél necio ex miembro de vuestra organización?
Tras soltar esas palabras a los derrumbados líderes de Afterlife, Sasaki se desvaneció como una sombra en la noche, desapareciendo completamente su presencia del bosque de la organización, llevándose consigo el arma desarrollada gracias al alma del segundo líder de Akatsuki Afterlife.
Ya dentro de la Mansión de Akatsuki Afterlife, los miembros se encontraban reunidos en los sótanos utilizados como ala médica de la mansión. – ¿Cómo terminaron así? ¿Sabes qué pasará con ellos, Shiro? – Dijo Shingetsu al peliblanco. – No tengo ni la más mínima idea, Yorumaru está sanando perfectamente, lo suyo parece ser nada más que un gasto excesivo de su energía, aunque todavía presenta varias heridas internas. Lo que me desconcierta es Yashamaru… ¿Ves esas marcas sobre el torso, casi llegando al comienzo del cuello? Reconozco esa clase de heridas, similares a quemaduras, la única persona que he visto hacer eso es a él y unas pocas personas más, utilizando el Elemento Oscuridad…
¿Pero él se va a recuperar? – Inquirieron Kurohana y Mizuki, esta última acababa de recuperarse completamente de los últimos eventos sucedidos. – Seguramente. – Afirmó Franken, quien se hallaba entre Kōhei y Akai. – Aunque no entiendo cómo puede ser que se haya herido así… Francamente no es normal. – Terminó.
Entonces… Hasta que alguno de estos dos despierte… ¿Quién estará a cargo? – Se preguntaron entre sí los miembros. – Bien… Creo que yo me ocuparé al respecto, ¿alguien que quiera hacerse cargo en mi lugar sino? – Anunció Franken. - ¿Nadie? Bien, esto fue más rápido de lo que esperaba. Debemos analizar la situación, por favor, cada quién vuelva a sus aposentos, salvo Kōhei y tú, Shiro – Dijo al peliblanco que intentaba escaparse por la puerta. – Por favor… Dime que no tenemos que ocuparnos de que alguno de estos dos idiotas empeore su estado…
¡Bingo! – Le dijo con una falsa sonrisa Franken al Kurosuke. – Ocúpate de eso, Shi-ro-san, y tu evita que los diseque para exponerlos en el vestíbulo Kō-he-i-chan. Yo me retiraré a analizar las diferentes situaciones que se presentaron. Infórmenme de cualquier cambio que pueda darse en el estado de estos dos inmediatamente, gracias.
Estando sólo en su cuarto, Franken analizaba desde diferentes perspectivas los eventos sucedidos desde que supieron de la existencia de Ren hasta el final de los combates en el bosque de la Mansión, cuando el chirriante sonido de la puerta de su balcón abriéndose llamó su atención. – Está bien que nuestras capacidades defensivas estén bajas, ¿pero de verdad tenemos que tener tantas fugas en el mismo día? Dime quién eres. – Exigió Franken a un extraño allí presente.
Mi nombre no importa ahora mismo, doctor Franken Stein. Vengo aquí como un emisario, mis únicas funciones en este momento son entregar un mensaje, pero ante cualquier tentativa de ataque me veré obligado a responder de manera letal. Ahora que ya me he introducido como es necesario para este trabajo, diré mi comunicado sin rodeos:
Los líderes nominales de la organización deberán comparecer ante el Consejo de las Naciones Aliadas, en caso contrario…