(緊急のお知らせ, Kinkyū no Oshirase) | |||
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Información | |||
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Saga | Criminales sin Cuartel | ||
Personajes | |||
Franken Stein Nagare Uzumaki Ken Namikaze Emi Akari Yorumaru Kurayami Yashamaru Atsuryoku Shiro Kurosuke Kōhei Suenami Shingetsu Wasp Hitomi Kurayami Seigi Haruka Mizuki Yuna Kurohana Uchiha Hikaru Kyōfu Senka Kazuma Nenshō Hoshi |
Comunicado de Emergencia (緊急のお知らせ, Kinkyū no Oshirase) es el capítulo #55 de Akatsuki Afterlife, perteneciente a la saga "Criminales sin Cuartel"
Estando sólo en su cuarto, Franken analizaba desde diferentes perspectivas los eventos sucedidos desde que supieron de la existencia de Ren hasta el final de los combates en el bosque de la Mansión, cuando el chirriante sonido de la puerta de su balcón abriéndose llamó su atención. – Está bien que nuestras capacidades defensivas estén bajas, ¿pero de verdad tenemos que tener tantas fugas en el mismo día? Dime quién eres. – Exigió Franken a un extraño allí presente.
Mi nombre no importa ahora mismo, doctor Franken Stein. Vengo aquí como un emisario, mis únicas funciones en este momento son entregar un mensaje, pero ante cualquier tentativa de ataque me veré obligado a responder de manera letal. Ahora que ya me he introducido como es necesario para este trabajo, diré mi comunicado sin rodeos:
Los líderes nominales de la organización deberán comparecer ante el Consejo de las Naciones Aliadas, en caso contrario…
La noche acababa de caer en una zona impoluta del predio de la venida a menos mansión de Akatsuki Afterlife. Sentado en un banco de piedra, mirando hacia la montaña, Franken Stein reposaba su cansado cuerpo; acababa de retornar de un viaje hacia un lugar recóndito en el País del Fuego, camuflado como una posada para los comunes: tras esa tapadera se encontraba el acceso a una sección subterránea construida por acuerdo común entre las Cinco Grandes Naciones Shinobis originales. En ese lugar, Franken había ido a renegociar la prórroga al ultimátum que se les había otorgado hacía tan sólo dos semanas, y cuyo plazo se acercaba peligrosamente a su final.
Demonios… Ya casi se termina nuestro tiempo para aclarar la situación de manera «tranquila». – Por el camino de piedras se acercaba hacia el lugar el equipo conformado por Nagare y Ken, quienes buscaban al líder de Akatsuki Afterlife durante el período de emergencia. – ¿Y bien? ¿Han conseguido encontrar algo de información con los contactos que nos quedan en el País del Viento? – Habiéndose dado cuenta de la presencia de ambos miembros, Franken se dirigió a ellos sin siquiera observarlos, su mirada se hallaba perdida en medio de las montañas, o tal vez ni siquiera allí, más allá y enredada en su razonamiento.
Nada, lo lamentamos profundamente. – Dijo en un tono formal Nagare. – Ya, no tienes por qué usar esos modismos muchacho, aunque esté a cargo por ahora y tenga bastante tiempo aquí, no dejo de ser tu igual. – Tras decir eso, Franken buscó algo en su abrigo y sacó un paquete de cigarrillos algo golpeado, y tras encenderlo, siguió perdiendo su mirada en el horizonte. – Por cierto. – Comenzó a decir Ken. – Nuestros agentes en susodicho país nos han dejado claro que este sería nuestro último contacto con ellos, expresamente aclararon que no desean volver a tener conexiones con nosotros. – Soltando humo de manera de hacer un círculo, el líder provisional atinó a levantarse de su asiento y, haciendo una seña al equipo, los llamó a seguirlo. – No podría haber sido menos con la manera en que estamos comprometidos. Deben ir a descansar, han hecho un buen trabajo investigando.
Mientras tanto, en la zona que se había destinado para tratar a los heridos se hallaban Emi, Yorumaru, Yashamaru, Shiro, Kōhei, Shingetsu y una extraña jovencita. – Vamos, de verdad estoy listo para volver a mis obligació-no… ¡¡¡¡No no no no no!!!! – Exclamó Yashamaru, quien había recibido una serie de golpes ligeros sobre uno de sus vendajes por parte de Shiro. – Ah, ¿sí? ¿Y vas a quejarte como un llorón en tus obligaciones también? Mejor cállate, pajarraco engreído, aprovecha el tiempo que tienes para recuperarte. Y, por cierto, Kuramaru, ¿¡se puede saber qué demonios hace esta niña colgada de tu cuello!?
Aquella muchacha no hacía más que permanecer sobre el regazo de Yorumaru, colgándose de su cuello por sus ligeros y cortos brazos, apoyando su rostro contra su pecho vendado. – De verdad, ¿por qué es tan necesario que se mantenga literalmente pegada a ti? Es… Extraño. – Atinó a decir Kōhei al líder oficial de Akatsuki Afterlife, quien no hizo más que suspirar, sosteniendo la espalda de la muchacha con una mano, evitando así que pudiese caerse.
No se puede evitar, ella soy yo y yo soy ella. – Fue la evasiva respuesta que atinó a decir Yorumaru. – Como sea… – Comenzó Emi. – ¿Has podido recuperar tu energía completamente, Yorumaru? – Le preguntó la kunoichi, quien ahora poseía una prótesis metálica en su brazo izquierdo. – Pues… No puedo afirmar que esté a mi cien por ciento… Por eso es que Hitomi ha permanecido junto a mi todo el tiempo, para recuperarme, ella ha incluso rendido parte de su propia energía para eso…
No sabía que tuvieras esa clase de gustos. – Fue el comentario que sonó a espaldas de Yorumaru, por parte de Yashamaru, quien había vuelto a recostarse en su cama. – ¿Y bien Akari? ¿Cómo funciona el brazo nuevo? – Preguntó a la kunoichi, quien jugaba con el mismo, haciendo girar la muñeca de su reciente adquisición bajo formas imposibles. – No está mal, parece ser resistente, pero todavía debo acostumbrarme al manejo de la misma.
Terminaba de decir eso cuando por la puerta ingresó Franken, quien se sentó en el borde de una de las camas; acto seguido, extendió un cigarrillo a Shingetsu, quien procedió a encenderlo con una pequeña ráfaga del lanzallamas de su cuerpo de marioneta. Kōhei procedió entonces a carraspear la garganta. – Franken, ¿de verdad te parece bien fumar en un espacio cerrado y donde hay gente recuperándose de sus heridas? – El aludido se acomodó las gafas, y sonrió con el cigarro aún en la boca. – Pues, no puedo hacer más. Venía a verlos, ¿cómo se encuentran? Inmediatamente Yashamaru intentó reincorporarse en su lugar, buscando ponerse de pie; viendo esto, Yorumaru soltó un suspiro, Shiro y Emi procedieron a inmovilizar al sublíder. – ¡Hey! ¡Ya déjenme! ¡¡Ya me siento lo suficientemente bien!! – Se quejó en voz alta el cuervo, sonando aún más alta la queja en la silenciosa habitación cerrada. – Sólo… Debo buscar la manera de arreglar este asunto… – Murmuró en una voz casi inaudible, siendo aun así escuchado perfectamente por sus compañeros, dentro del silencio de la habitación.
No te preocupes, estamos cerca de esclarecer el asunto, quédate aquí hasta que se te diga, Ya-sha-ma-ru-kun… Ustedes dos todavía no han recuperado por completo sus fuerzas, y eso es lo primero que deben hacer antes de cualquier otra cosa. Si necesitaran algo, llámenme, Shiro andará cerca. – Tras decir aquello, Franken se puso de pie y caminó hasta la puerta, para detenerse en el marco de la misma. – Por cierto, Yash, me ha llegado un mensaje para ti, alguien vendrá a visitarte dentro de poco. – Tras informarle, abandonó la habitación.
En un salón de finas paredes en madera, iluminado por tenues llamas azuladas desde una enorme araña, posada bajo una mesa redonda, se hallaba un grupo de siete personas. Los mismos, distribuidos simétricamente alrededor de la misma, observaban una serie de papeles que se encontraban dispuestos ante ellos. – Ya veo, ¿entonces han sido ellos los causantes de tales atentados? – Preguntó uno de los presentes. – Sí, no, ¿tal vez? No existe nada que sea completamente concluyente, sino más bien un juego de pistas encaminadas, mas no determinantes; sin embargo, el análisis de las mismas lleva y apunta exclusivamente a esta «organización».
Si no es algo seguro, establecer una pena a la altura de la que recomendó el consejo sería… Tiránico cuanto menos. – Dijo una voz femenina. – ¿Ah sí? ¿Eso te parece? ¿Y qué más da si no son exactamente los culpables? Son independientes del sistema shinobi, son peligrosos, y más aún: no responden a nadie que no sean ellos, ¿y aun así te parece que eliminarlos no supondría un beneficio? Hay que hacer que se arrodillen ante nosotros de todas maneras; aunque efectivamente no esclarezca esos asesinatos, debería aumentar el respeto y temor que debemos infundir en todo el continente.
Esa no es una manera muy grata de decir las cosas, Seigi, por más que tengas razón. – Respondió otra voz femenina. – Bah, qué más da, de todas maneras, terminaremos impartiendo un castigo pase lo que pase. – Aquel llamado Seigi se recostó contra el respaldo de su silla, y apoyó sus pies sin decoro alguno sobre la mesa. – Envíen un comunicado a todas las aldeas shinobis, menos a Hagurogakure, avisen específicamente de la vuelta al estado de organización criminal por parte de Akatsuki Afterlife; cualquiera de sus miembros tiene un precio por su cabeza muerta de más de treinta millones de ryōs, mientras que sus líderes tienen un valor de cincuenta y cinco millones; el aviso debe ser dado sin falta a todas las aldeas para más tardar hoy a la medianoche. – Dijo un miembro de la mesa, encapuchado.
A la mañana del día siguiente la situación no había cambiado demasiado en la mansión de Akatsuki Afterlife, salvo que el total de sus miembros se hallaba allí reunido. Mientras que Shiro mantenía a Yorumaru y Yashamaru en los cuartos médicos, las nubes rojas se hallaban en torno a una mesa de madera, en una habitación en el centro geográfico de la mansión.
Estamos en una situación límite, el juego geopolítico apunta demasiado mal para nosotros, es una situación de la que todos deben ya estar enterados de sobra. – Franken dirigía la conversación; terminado de decir esto, los miembros a su alrededor asintieron silenciosamente a sus palabras. – Pues bien, estamos en la hora de la verdad, en el estado en que se encuentran las cosas, no es raro que se inicie una persecución contra nosotros. Si alguno desea retirarse del frente, o inclusive colgar su capa e irse, es completamente libre de hacerlo.
Esas palabras hicieron que el silencio en la habitación se volviera, a cada segundo, más pesado; esto duró hasta que una grácil mano femenina pidió la palabra. – Ya veo… Pues, yo deseo dar un paso hacia atrás-nya. – Anunció la compañera de Akai. – Sin embargo, no pienso irme de aquí; este, a pesar de todo, no deja de ser mi hogar, y lo defenderé con mi vida-nya. – Vuelta a estar la mesa en silencio, Franken retomó la palabra. – Bien, eso estuvo bien. Siendo este el caso, aunque vayas a permanecer aquí, Ha-ru-ka-chan, deberemos buscar nuevos miembros. Por ciertas evaluaciones que hemos hecho, ya hemos seleccionado a tres candidatos; necesito que los traigan a la mansión inmediatamente.
Dicho esto, Franken se levantó de su sitio y entregó unos porfolios a ciertos equipos: los elegidos eran los equipos conformados por Emi y Mizuki, por Shingetsu y Kurohana y por Ken y Nagare. – Revísenlos, deben encontrar y traer con nosotros a estos shinobis, es de vital importancia que lo hagan tan pronto como sea posible. – Terminados de repartir los objetivos, se dio por terminada la reunión, devolviéndose cada uno a lo que prefiriese ocupar su tiempo. Antes de que Franken llegase a cruzar la puerta que conducía hacia los jardines, fue detenido por Kōhei. – Disculpa, Franken, ¿podría preguntarte quienes son los elegidos? No recuerdo que se haya comentado en lugar alguno. – Cuestionó el hombre de ojos blancos. – Confía en mí, además, no sólo los recomiendo yo: Yashamaru y Yorumaru también están de acuerdo conmigo. – El Suenami entonces se cruzó de brazos, sin permitirle el paso a Stein. – ¿Puedo al menos conocer los nombres? – Repreguntó. – Está bien, si tantas dudas te genera mi decisión puedes investigarlos tú mismo: los shinobis son Hikaru Kyōfu, el hermano de Akari; Senka Kazuma, creo que tú ya lo conoces; y Nenshō Hoshi, este último fue recomendado por el mismo Yashamaru; ahora bien, permíteme retirarme. – Tras aclararle la situación al rubio, se retiró hacia los jardines, con un cigarrillo ya encendido.
Eran aproximadamente las cuatro de la tarde, cuando una visita hizo acto de presencia en la mansión de Akatsuki Afterlife. Circundando por los terrenos, dio con los jardines, encontrándose con un alicaído Franken Stein, quien, con un cigarrillo prácticamente consumido en los labios, miraba perdidamente la tarde desde un banco de piedra. – Discúlpame, err, Stein. ¿Podrías llevarme o indicarme cómo encontrar a Yashamaru-kun? – Recién dándose cuenta de que estaba siendo observado, Franken escupió el cigarrillo a la calzada, aplastándolo; tras esto levantó un rostro con una mueca sonriente hacia la visita. – Claro, te acompañaré si no te molesta.
Poniéndose en pie, hizo un gesto para que la mujer pasase delante suyo, de vuelta a la mansión. Pasando por una serie de pasillos y escaleras llegaron al ala en que se encontraban Yashamaru como Yorumaru, cada uno en una habitación independiente, recuperándose. – Ya, disculpa que no te acompañe dentro del cuarto, estoy evitando verle demasiado, siempre que lo veo se esfuerza demasiado por parecer curado, y ya sabes que a mis ojos no es fácil engañarlos con ese asunto; todavía no está completamente recuperado, y por eso intento mantenerlo aislado de la situación, al menos de momento. Por favor, si puedes hacerlo, haz que se relaje un poco, descansar le vendría bien.
Claro, no te preocupes, me ocuparé de hacer que descanse; por cierto, si está tal como dices, tengo algo que debería informarte. – Le dijo la pelirroja al doctor Stein. – Ha llegado una notificación a todas las aldeas shinobis. La misma declara que todos los miembros de Akatsuki Afterlife tienen cifras de millones por sus cabezas, se los busca exclusivamente muertos. Creí que debían saber eso tan pronto como fuera posible, si intentan moverse en alguna aldea, serán atacados a la menor oportunidad.
Acomodándose las gafas, Franken contestó como si nada. – Sí, supuse que harían algo así, aunque tardó menos de lo esperado, deberé ver cómo salimos de esta. Bueno, dejaré de ocupar tu tiempo, cuida bien de él, y has que se recupere y descanse; si llegases a necesitarme, estaré por los jardines, donde me encontraste hoy. – Dándose la vuelta, Stein saludó con un gesto de su mano, mientras que la Uzumaki abría la puerta de la habitación frente a sí. – Oh, hacía ya varios días que no te veía, amor, ¿sabes? He estado pensándote estos últimos días, forzarme a estar aquí encerrado por tanto tiempo es insoportable. – Dijo el shinobi, que estaba sentado en la cama; entre tanto la pelirroja tomó asiento también sobre la cama, de un costado. – Pues ven y descansa un poco, te lo mereces. – Susurró a su oído.